Recientemente he leído un artículo que me ha chocado, no por lo que se dice sino por lo que se adivina detrás de la noticia. En él se afirmaba que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia estaba investigando posibles prácticas anticompetitivas en el mercado de la edición y comercialización de libros de texto no universitarios, en definitiva que sospechaba de cierto grado de monopolio editorial.
En resumen, parece ser que las editoriales de libros de texto, tienen unos umbrales muy similares en cuanto a precio que pueden resultar sospechosos, ¿estamos frente a un monopolio editorial?
Hasta aquí nada sorprendente, excepto por el hecho de que se hayan dado cuenta recientemente. Yo cursé la EGB hace 30 años y los precios de los manuales resultaban por aquel entonces “similares entre ellos”. En fin, todo ello ha provocado diversas inspecciones por supuestas conductas anticompetitivas.
La cuestión tampoco trascendió de la prensa, diversos medios de múltiple procedencia se hicieron eco de la noticia, que no estuvo más de 48 horas en el foco de atención. La asociación de los editores, publicó de forma inmediata un comunicado mostrándose «convencidos» de que la investigación confirmará que la investigación no es más que pura especulación. Y así es, no es necesario pactar precios con la competencia para que estos se alineen, sencillamente es suficiente con que una empresa los fije y las demás la sigan.
Ahora, seguro que estarás pensando, “Bien, pero si uno de ellos establece un precio inferior, se hará con una mayor cuota del mercado, acabando por expulsar al resto de los competidores”.
Eso es pura ficción amigo mío, solo existe cuando el mercado es perfecto. Para saber si en un mercado concurre en dicha circunstancia debe cumplir una serie de requisitos.
- En primer lugar, debemos plantearnos si los productos son los mismos, ¿tienen los manuales de texto la misma calidad en cuanto a formato, contenidos y recursos?
La administración supone que sí, por cuanto que siguen una orden que regula su contenido, hay poco espacio para la creación, ciertamente. - En segundo término, ¿los costes fijos y variables son idénticos para las editoriales?.
La administración cree que son similares, la estructura de estas empresas es parecida y el volumen que manejan también. - Finalmente, las empresas que participan en él, ¿obtienen un beneficio elevado?
Si el beneficio es copioso, habrá incentivos para las empresas para rebajar el precio con el propósito de apoderarse del mercado. También, pueden incorporarse nuevos competidores en busca de parte del pastel.
Podemos afirmar que los dos primeros requisitos se cumplen, ahora bien intuimos que la administración cree que el beneficio es, a su modo de ver, excesivo. Datos definitivamente tiene, por las cuantías presentadas en los balances y cuentas de resultados de estas empresas. La constatación de un beneficio “elevado” a la administración le huele a chamusquina. Si no hay barreras de entrada para que otros competidores “como nuestra propia editorial IMEX” trate de apoderarse de este beneficio, solo puede deberse a un acto de cooperación que mantenga artificialmente los precios elevados, ¿estaremos ante cierto grado de monopolio editorial?. Todo cuadra, pero no es necesario una voluntad manifiesta.
Creo que nos estamos quedando en los superficial. Quizás estemos equivocando la pregunta. Reflexionemos, ¿qué se obtiene con esta inspección, qué beneficio se puede sacar de esta noticia?
Tal vez, y digo tal vez, detrás esté el afán recaudatorio, hacer la pelota grande les reportará ingresos a la administración que está ciertamente buscando debajo de las piedras. Bruselas aprieta y apunta acusador, “¡ese déficit excesivo!, nos preocupa nuestro dinero”.
Quizás, más bien un remotamente quizás, haya detrás un interés político, que se plantea si es lícito o moral el beneficio que obtienen por la edición de manuales de texto. Tendría por consiguiente como objetivo resolver nuestras dudas sobre la existencia de un monopolio editorial. Así de paso, la clase política puede apuntarse un tanto en favor de la búsqueda del beneficio social.
Ya que tan apasionados se muestran en la legalidad de los precios de los manuales de texto, tengo que decirles que lo mismo sucede con el precio del periódico, con el precio del combustible, con el del pan, la leche y hasta con el precio de la caña de cerveza en los bares próximos a mi casa.
Seguramente, no se pone en cuestión la cuantía de sus beneficios, sino más bien el importe o la cuantía de la infracción a la que se enfrentan, al fin y al cabo todos debemos arrimar el hombro para devolver lo que nunca se debió pedir. Tal vez, hiciera falta mayor planificación y rigor en las políticas fiscales para no tener que zarandear a los contribuyentes.