Cualquiera puede elaborar materiales docentes con unas nociones tecnológicas básicas. Ahora bien, para llegar a convertirse en obras impresas se precisan de cierta planificación, orden y concierto. Yo mismo con éstas mis manos, he escrito cuatro manuales de texto de forma íntegra, además de maquetar todos los textos, confeccionar todas las portadas y retocar todas las imágenes. Profundizaremos en cómo escribir un manual de texto, referido a la selección de contenidos y estructura. Prescindiremos de la parte técnica que es aconsejable delegar en los profesionales cualificados: maquetadores y diseñadores gráficos.
Os voy a explicar la historia de mis hijos, porque no os engañéis el esfuerzo de la redacción es tan grande, que acaban por serlo. Las cuestiones relacionadas con la imprenta o la distribución, son nimiedades comparados con la tarea que supone su elaboración. Este es mi relato desde el alfa hasta el omega.
- Lo primero es decidir el módulo o la materia sobre el que voy a trabajar a lo largo de un año y medio. Sí has oído bien necesito 18 meses, algo menos de lo que dura el embarazo de un elefante. ¿Por qué? Porque mi trabajo de profesor no me permite dedicarme íntegramente a ello. La elección del módulo está relacionada con los módulos que imparto, por dos razones: porque necesito tener la mente fresca en la materia para poder profundizar; tengo que identificar aquellos contenidos que presentan mayor dificultad y los más atractivos para los alumnos, de esta forma concentro mis esfuerzos y me cercioro de no equivocarme en qué es lo más importante.
- Empiezo a destripar los contenidos del curriculum. El legislador no te dice si tienes que tener una unidad, cinco o cincuenta. Sin embargo, tengo una restricción muy clara el número de evaluaciones. En presencial son tres y en distancia dos, normalmente, por lo que para lograr el equilibrio el número de unidades debe ser divisible por 2 y por 3. Doce para mi es el número mágico, no por aquello de las 12 tribus. Esos contenidos deben agruparse en cada una de las 12 unidades, pero además deben seguir lo que para mi es más importante: la línea argumental. Cada una de las unidades debe guardar relación con la anterior, el conocimiento se construye y como tal deben guardar una relación directa y claramente identificable.
- Una vez he logrado cuadrar los contenidos del curriculum agrupados por unidades, puedo empezar el proceso de recogida de información. No me gusta referenciarme con los manuales de las supereditoriales, me parecen de la época Fordista, fabricados en masa, me siento más próximo con la artesanía del periodo anterior. Si cogiera un trozo de aquí, otra parte de allá me parecería estar montando un mueble de firma nórdica, con albóndigas incluidas. Ahora bien, yo no he inventado la pólvora, soy permeable y en la red existen propuestas portentosas, innovadoras y puntos de vista diferentes. Pero, debes coger tu sombrero de arqueólogo, tu rasqueta y rezar a dioses arcanos hasta conseguir hallar los tesoros escondidos. Ahí radica la clave de lo diferente, desde mi posición académica, mis estudios teóricos y mi experiencia personal, hacer mío lo de todos y aportar lo mío a los demás.
- La ordenación de los contenidos es la única opción. Redactar es relativamente sencillo, te sientas y con un poco de suerte emborronas hojas y más hojas. Pero piensa, esas 12 unidades deben tener el mismo número de páginas por arriba o por abajo, y lo más importante coherencia en la información. Ha de existir una línea argumental, que como «hilo de Teseo» podamos seguir. Además de sentido común en la selección y agrupación de contenidos, es importante que consideremos cuestiones de formato que supondrán claras restricciones. El manual ha de tener un número de páginas que preferiblemente debe ser múltiplo de 6, por razones de encuadernación que otro día explicaré. Eso restringe y mucho, con 20 páginas por unidad tendríamos un manual de 240 páginas y estaríamos dentro de la costumbre del mercado. Esas 12 unidades y 20 páginas me permiten establecer límites, de forma que los contenidos de cada unidad no pueden superar en importancia dicho umbral. Repito soy yo quien determina la extensión de los contenidos, para eso tengo la ayuda de los alumnos y mi experiencia profesional y docente.
- Ya tengo el número de unidades, los contenidos distribuidos para cada una de ellas para cumplir con una extensión de 20 páginas. Aún no he empezado y hay otras cuestiones de suma importancia en el formato que debo considerar. Cada unidad debe tener una presentación (1 página), esquemas y resúmenes al final (1 página), actividades de test (1 página), actividades generales (2 páginas). Total que al final tenemos que de 20 páginas me quedan 15. ¿Por qué se hace así? No lo he inventado yo, abre un manual y verás por ti mismo cómo escribir un manual de texto.
- Luego a parte de los contenidos conceptuales y procedimentales (las explicaciones y las actividades explicativas), debo preparar:
- Una hoja presentación para cada unidad
- Una hoja esquema/resumen.
- Una hoja de actividad evaluable tipo test.
- Dos hojas de actividades evaluables generales.
- Un solucionario. Durante las clases, ya sean presenciales o a distancia, se proponen actividades para su entrega y calificación, que requieren una posterior comprobación. Este solucionario no se incorpora por extensión en el libro de texto impreso. En la antigüedad, se entregaba al profesor junto con el manual en formato pdf, con un cd. Hoy en día las plataformas editoriales permiten la consulta y la presentación on-line. Moodle, nos permite emplear una plataforma digital donde “colgar” los solucionarios, de otra forma no podríamos competir con este tipo de recursos, nos quedaríamos atrás.
- Volvamos a esas 15 páginas conceptuales por 12 unidades y sus características. No pueden ser completamente teóricas con explicaciones magistrales, serían sumamente engorrosas de entender y poco atractivas, lo que tendría como consecuencia el hastío y el abandono justificado. Por ello, se plantean el empleo de recursos como las tablas, los gráficos, los resúmenes y un juego de formatos que capten la atención del alumno. Es sumamente recomendable el empleo de dos columnas, puesto que no solo es más fácil realizar un seguimiento del texto por parte del lector, sino que también permite incorporar un mayor número de formatos.
- La clave es la herramienta de edición del escritor de manuales, ¿una redacción en un procesador de textos para realizar una posterior maquetación?, o ¿plantear directamente una estructura adaptada?. Yo soy más partidario de esta segunda opción. La maquetación requiere recortar y ampliar partes de los textos para adaptarlos a las condiciones del formato y el autor es sin duda el más idóneo para decidir que es más importante y de qué partes puede prescindirse. El problema radica en el programa que vamos a emplear para la redacción, por una parte tenemos las limitaciones propias de un open office o un word y por otra las capacidades del escritor para afrontar este reto. Yo por mi parte recomiendo emplear el conocido Indesign o su homónimo en formato abierto. No voy a negar que al principio es engorroso pero a fuerza de utilizarlo nos acostumbraremos a sus múltiples opciones.
- Empezamos con la página en blanco. A diferencia de las obras literarias en la redacción de manuales no solemos sufrir este síndrome, pero sí otras enfermedades que debemos afrontar. La principal pandemia es el lento avance, el pausado transcurrir del tiempo líquido. No en vano, debemos tener la suficiente experiencia y formación en la materia, hay que alcanzar el dominio. Esto hace que conforme progresamos debamos retroceder para resolver nudos gordianos que no habíamos percibido como tales. Bajo mi punto de vista, lo complicado es explicar los conceptos de forma que se entiendan por cualquier lector, bajo cualquier circunstancia, en definitiva hacerlo fácil es muy difícil.
Una vez hayamos afrontado este proceso personalmente, obtendremos el conocimiento suficiente y podremos responder por nuestros propios medios y estilo a la cuestión de cómo escribir un manual de texto. Las cuestiones relacionadas con la maquetación, impresión y distribución merecen un aparte que abordamos en el apartado dedicado al proceso editorial.